En noviembre 2021, cuando me uní al voluntariado y al grupo local de A Coruña no tenía ni idea de que menos de medio año más tarde iba a participar en mi primera acción como activista de Greenpeace. Siendo educador, desde mis primeros pasos en el grupo local y en algunos grupos temáticos mi foco principal ha estado puesto en el potencial del activismo pacífico y verde de la educación ecosocial. Gracias a la amplia oferta formativa que ofrece Greenpeace y las diversas posibilidades de incorporarse, me he comprometido cada vez más con la visión de la ONG.

La sensación que tuve cuando salimos en nuestros monos rojos para llevar a cabo la acción en la sede de Naturgy en Madrid no fue tan diferente a la sensación cuando hice mi primera actividad (de líneas rojas) del #BlackFriday en A Coruña. En ambas situaciones me sentí parte de un movimiento significativo, guiado por un objetivo final con el que resueno. Es muy empoderador poder intervenir a favor de una causa altruista junto a un grupo de compas que se apoya mutuamente; de repente el mundo ya no parece tan desesperado porque te sientes parte del cambio.

Después de la acción contra el gas de Naturgy (que financia la guerra y está en contra del mantenimiento de las energías no renovables en general) en Madrid, me llegó un mensaje de reconocimiento de mi grupo local en A Coruña, que estaba a punto de llevar a cabo la actividad correspondiente a la acción a nivel local. En este momento entendí definitivamente que estábamos conectadas en la causa. Todos los ámbitos de aporte en Greenpeace se entrelazan. Desde las socias, pasando por las voluntas y activistas, hasta las profesionales - somos una familia creando el cambio que queremos ver en el mundo.