Estos días me ha saltado en redes sociales un recuerdo de la acción en las Torres Kío contra el Transatlantic, Trade Investment Partnership o Tratado de Libre Comercio (TTPI) que nos amenazaba en aquellos días. Fue una acción tan mediática, que muchos de mis amigos y conocidos las compartían de los distintos medios y las agregaban a mi perfil al reconocerme en ella.

Y es que además de espectacular, fue también una acción atípica, no sólo por tratarse de una de las protestas más bizarras que se recuerdan en Greenpeace, sino porque en aquella ocasión los activistas interactuamos directamente con los medios de comunicación ‘in situ’, en vivo y en directo desde el mismo corazón del ‘fregado’. Algunos de ellos quería hablar con las personas que estaban colgadas allí arriba, y por mi familiaridad con los medios de comunicación como periodista, me tocó a mi la ‘china’ de lidiar con las preguntas en directo. Estaba seguro que no sería nada complicado. La brevedad que exigen las intervenciones en esas circunstancias no permitiría profundizar tanto en los detalles, de manera que tuvieran que emplearme a fondo en explicar los por menores de ese acuerdo, con el temor que estas situaciones suelen llevar aparejadas de no dominar completamente a fondo el asunto como para defenderlo decentemente ante la prensa en público.

Escaladores de Greenpeace suben a una de las Torres Kio de Madrid para decir no al TTIP

Sin embargo, suele ocurrir que la realidad no tiene por que tener unos planes que encajen con lo que tú imaginas que va a ocurrir, y cuando formularon sus preguntas, descubrí que estaban más interesados en saber cómo nos sentíamos nosotros allí arriba por el peligro evidente y las multas que muy probablemente nos esperaban abajo, que por los detalles que había tras aquellas siglas que exhibíamos en nuestro cartel. Obviamente, cada uno vivimos el segmento de la realidad que nos rodea, lo que me impidió saber desde allí arriba que como suele ser lógico, práctico y habitual, ya se había encargado un compañero de campañas de explicar maravillosamente bien qué era aquello del TTIP y el porqué de nuestra protesta, con lo que de los que estábamos espectacularmente colgados allí arriba, lo que querían conocer eran en todo caso nuestras sensaciones personales.

Escaladores de Greenpeace suben a una de las Torres Kio de Madrid para decir no al TTIP

Así que, de repetir hoy la oportunidad de responder aquellas mismas preguntas, cuatro años después, en lugar de intentar conducirlas a las razones generales que impulsaron nuestra acción, quizá les habría contestado que como activistas, éramos personas conscientes y convencidas de lo que hacíamos cuando de por medio hay una seria amenaza al medio ambiente. Que los seis que hasta allí habíamos subido, aquella noche nos fuimos a la cama con los nervios de ser conscientes del reto al que nos enfrentábamos, y que por la mañana continuaban atenazándonos el estómago, mantenidos a raya sólo por la confianza en nuestra preparación, que nos transmitía la seguridad de que todo saldría como esperábamos. Que cuando comenzamos a subir, impresionaba cómo iba desapareciendo el ruido de la ciudad, cediendo el protagonismo al del aire, el de tus propios movimientos y tu respiración. Que conforme pasaban las horas, la excitación inicial dio paso a un profundo relax, que poco a poco se fue convirtiendo en un cansancio que intentabas combatir combinando las pocas posturas que el estar allí colgado te permitía. Y que al bajar, resultó increíblemente reconfortante chocar con la expectación que la acción había provocado y el cariño de la gente que te transmitían su apoyo haciéndote ver que compartían esta inquietud por la conservación de nuestro medio ambiente.

Escaladores de Greenpeace suben a una de las Torres Kio de Madrid para decir no al TTIP

En estos ‘pandémicos’ días, me llama la atención el hecho de que de los cielos de Madrid haya desaparecido gran parte de aquella polución que apenas me dejaba ver la Sierra Norte desde donde estábamos colgados. Ojalá este curioso efecto medioambiental que ha generado la crisis sanitaria del COVID-19, sirviera para hacer reflexionar a nuestra sociedad acerca de hasta qué punto influimos en la calidad de los recursos naturales que nos rodean, y la trascendencia del impacto que provocamos. Quizá sea una oportunidad providencial para llamar la atención sobre este hecho y aprovechar su impulso para sensibilizar a nuestros congéneres en algo tan trascendental como defender la calidad del aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que cocinamos. Y si por el contrario está más ocupados en crispaciones, enfrentamientos y discusiones políticas, estamos a punto de volver a salir ahí fuera a recordarles con un gran cartel amarillo, que todo aquello que consideramos realmente importante no se puede sostener sin un entorno sano en el que desarrollarse.

Juanma López, activista de Greenpeace

 

ASÍ SE HIZO LA ACCIÓN DE LAS TORRES KIO