El 55% de la población mundial (y en aumento) vive en áreas urbanas. Hemos identificado éstas áreas como uno de los ejes de transformación para cumplir nuestro objetivo de trabajar por un cambio sistémico para frenar la crisis ecosocial en la que nos encontramos.

 

En los próximos cuatro años, en el marco del proyecto internacional de Greenpeace Hack Your City, vamos a trabajar de forma especial en las ciudades. La actual crisis sanitaria ha puesto en evidencia los modelos de ciudad que teníamos, los sistemas de movilidad, los patrones de consumo, de relación y de gestión de nuestro entorno más cercano, y lo ha hecho de manera colectiva, es decir, se ha producido un momento de reflexión colectiva, un momento de preocupación simultánea de una gran parte de la ciudadanía.

 

Ahora es nuestra oportunidad de reconstruir mejores ciudades que sean resistentes a los desastres, que se centren en el bienestar de sus habitantes y donde podamos vivir para ser felices, tener salud y estar conectados. Una ciudad donde podamos consumir menos, pero vivir más y mejor.

 

Aprovechando esta oportunidad, presentamos en coordinación con GPI, algunos de los grandes ámbitos en los que hemos trabajado históricamente y sobre los que puede girar nuestro trabajo en los próximos años.

 

1. Transporte más verde

Los coches ocupan un promedio del 50% de la ciudad, contando las carreteras y los estacionamientos. Una persona urbanita promedio puede pasar unas 100 horas en atascos cada año. Además, el sector del transporte es el que de forma más rápida está contribuyendo a la emergencia climática. Hay algo que no cuadra. Las ciudades deberían estar hechas para todas las personas, no para los coches.

 

Ahora tenemos la oportunidad de rediseñar la movilidad en las ciudades; construir más vías ciclistas, hacer que caminar sea más seguro, y que se priorice la circulación de trenes y autobuses frente a los coches y motos contaminantes. Necesitamos formas seguras, asequibles y sostenibles de desplazarnos, y eso no puede incluir al coche tal y como lo hemos concebido hasta ahora.

Los alcaldes y alcaldesas deben tomar medidas valientes. Podemos tener barrios verdes si cambiamos las calles con más tráfico para que la ciudadanía reclame su espacio.


 

2. Alimentación más verde

Cuando empezó el confinamiento, a la gente le preocupaba que no hubiera suficiente comida para todos. Nuestras ciudades se han vuelto muy frágiles, especialmente en tiempos de crisis, con el aumento de la inseguridad alimentaria y la desigualdad. La forma en que cultivamos nuestros alimentos contribuye al 24% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y, en particular, la producción de carne al 14.5%, y el desperdicio y pérdida de alimentos al 8%. Solo hay un ganador en este sistema que no funciona: la agricultura y ganadería industriales que producen en masa y acumulan esos beneficios.

 

Imagina vivir en una ciudad donde todos tus alimentos se cultivan localmente, en granjas y huertos urbanos o de cercanía, de forma sostenible y en la temporada adecuada. Un movimiento en auge de agricultores, ciudadanos y ciudadanas, alcaldes y alcaldesas, y comunidades está construyendo el futuro de los alimentos para hacer que nuestras áreas urbanas sean más resistentes. Están cultivando alimentos saludables en granjas y huertos urbanos, jardines en las azoteas y balcones. Están organizando mercados de agricultores y agricultoras, cooperativas de alimentos y lugares para que las personas intercambien y accedan a alimentos saludables. Están eligiendo servir más comidas vegetarianas en comedores públicos y restaurantes. Están cultivando, comprando y cocinando ingredientes locales y de temporada, evitando importaciones exóticas poco fiables y contaminantes.


 

3. Reinventemos la energía de las ciudades

Las estimaciones sugieren que las ciudades son responsables del 75% de las emisiones globales de CO2, siendo los principales contribuyentes el transporte y el uso de energía en los edificios. Las ciudades devoran tanta energía que son un verdadero “pozo” de consumo energético.

 

Hacer nuestras ciudades más habitables y sostenibles incluye transformar la forma en que consumen energía de forma más eficiente, por ejemplo, mejorando el diseño de los espacios y edificios, y rehabilitando los existentes. También significa sustituir el consumo de combustibles por electricidad renovable y aprovechar los espacios disponibles, muchas veces en las propias cubiertas y fachadas, para producir con energías renovables la electricidad que necesitan esos mismos edificios u otros del barrio. Una de cada tres personas en nuestro país podría producir su propia energía, y la mitad de nuestra electricidad podría ser autoproducida por la ciudadanía con fuentes renovables.

 

Es hora de empoderar a las personas, colectivos, cooperativas y pequeñas empresas para que proliferen las iniciativas de energía ciudadana, y exigir a los ayuntamientos que den ejemplo y faciliten la acción ciudadana. 


 

4. Economía más verde

Vivimos en un planeta con recursos limitados. Sin embargo, nuestra economía funciona a un nivel en el que necesitaríamos tres tierras para satisfacer nuestra tasa de consumo actual. Nuestra adicción a consumir más y más cosas contribuye gravemente a las emisiones de las ciudades. Si tenemos en cuenta el consumo de bienes y servicios, las emisiones de las ciudades podrían ser hasta un 60% mayores de lo estimado actualmente, mostrando la importancia de cambiar hacia un consumo sostenible y responsable. Necesitamos revertir hábitos insostenibles si queremos evitar que la temperatura aumente más de 1,5ºC. 

 

Mientras hemos estado encerrados, nos estamos dando cuenta de que no necesitamos tantas cosas para vivir bien.

 

Necesitamos replantear nuestros hábitos de consumo, comprando menos pero mejor. Las ciudades necesitan cambiar con nosotras, reduciendo lo mucho que consumimos; promoviendo la reutilización, la reparación y el intercambio, con acceso a talleres de reparación y tiendas de intercambio en cada ciudad. Tirarlo a la basura o intentar que sea reciclado debería ser nuestra última opción en la larga vida que cualquier producto puede tener. Esto reduciría el uso de materias primas y disminuiría la generación de residuos.

 

Necesitamos un mayor estímulo, más inversión en proyectos sin emisiones de carbono y más ayuda inmediata para quiénes están detrás de la economía real, en nuestras ciudades (y también en nuestro campo). Es el momento, además, de ir más allá de la economía circular y potenciar el desarrollo de empleos asociados a una economía que limite el uso de materias primas.


 

5. Espacios verdes

La demanda de zonas verdes urbanas está aumentando. Durante las primeras salidas que hemos hecho hemos podido apreciar o echar de menos mucho más el poder tener un espacio verde al que acudir de forma segura. Investigaciones vinculan los parques y los espacios verdes con el bienestar y la OMS sugiere que todas las personas deberían vivir a no más de 300 metros de un espacio verde. Pero, en muchas ciudades, los parques y otros espacios verdes todavía se consideran un lujo solo disponible para unos pocos privilegiados.

 

Los espacios verdes en las ciudades nos animan a hacer más actividad física, relajarnos, jugar y disfrutar de estar con otras personas. Transformar terrenos vacíos en jardines comunitarios y espacios verdes es una forma de experimentar el cambio que queremos crear y #REinventar la nueva ciudad que queremos. La agricultura urbana y periurbana es una herramienta para la inclusión social y la regeneración de nuestras ciudades. El espacio verde es nuestra forma de escapar de las presiones urbanas y volver a nuestras raíces.

 

Reverdecer nuestros espacios vacíos, priorizar las relaciones sobre el consumo desechable y efímero, moverse contaminando menos: así es como podría verse la era posterior al COVID-19. Se debe #REinventar una ciudad más segura, mejor y más limpia paso a paso, a través de decisiones económicas coordinadas, pasos políticos cuidadosos y sobretodo con la ciudadanía. 


 

Ahora nos toca aterrizar esta visión general y estas grandes líneas a nuestro contexto, a nuestras ciudades y a las problemáticas específicas que tienen. Esa es la labor que empezamos ahora y seguiremos desarrollando juntas. La ciudad del futuro comienza hoy y comienza con todos nosotros y nosotras