Tenemos un grupo local que cuida y se cuida, que sabe pedir ayuda, que se organiza basándose en los tiempos de cada una, poniendo en valor la tarea de los cuidados con mucho trabajo atrás, revalorizando ese esfuerzo de cada una de nosotras, trabajando en equipo.

Así hemos podido organizar actividades en tiempo récord, como un transporte para participar en un Campamento Climático…

Cuando nos contaron la posibilidad de un campamento climático en Galicia al estilo de Ende Gelände hace unos meses se nos pararon las orejas en plan — ¿Cómo? ¿En serio? ¿Es posible hacer algo así aquí en España? —. Pasaban los días y lo que era una idea maravillosa se fue transformando en una realidad. Ahora se nos presentaba un problema mayor: Cómo diablos íbamos desde el Sur, desde la otra punta del país hasta Galicia. Nosotros somos de Málaga y os podéis imaginar que el viaje era el más largo posible en la península.

Lo comentamos con el grupo y nos pusimos manos a la obra. No sólo íbamos a ir al campamento climático de Galicia, sino que íbamos a organizar un autobús para llevar a todas las personas que pudiésemos. Aceptábamos el reto, porque fuerza reside en la manada, ella nos cuida e individualmente nosotras la cuidamos, no hay proyecto que no podamos, cuanto menos, intentarlo.

El autobús no sólo tenía que llevar a nuestro grupo local, sino que tenía que ir recorriendo España recogiendo personas de otras ciudades, y lejos de quedarse ahí la historia, también teníamos que buscar financiación para pagar esto, porque claro, el del autobús tenía que cobrar por muy de acuerdo que estuviera con nuestro movimiento… o no. Añadimos a la tarea de organizar el autobús, también organizar un evento en la ciudad para recaudar algo de dinero para estos gastos, que como os podéis imaginar no es precisamente barato. Teníamos que conseguir un autobús, organizar una ruta para recoger al máximo posible de personal de la manera más eficiente posible, animar a todas las personas del sur a que vinieran al campamento en la otra punta de España, organizar un evento a nivel local en el que invitábamos a todos los colectivos de la ciudad, explicando lo que queríamos hacer, o más o menos,  y por qué: “Acampamos contra el Gas en Galicia, no porque estemos locos, que también, sino que nos va el futuro en ello”.  

Y lo conseguimos.

Nos gustaría compartir las que creemos que fueron las claves para organizar una movida como está y conseguirlo. Porque al principio también nos daba un poco de vértigo y la verdad que no sabíamos ni por dónde empezar.

La fuerza reside en la manada. Desde el minuto uno, el grupo local de Málaga se implicó de la primera a la última, desde la más veterana a la que acaba de llegar. No dudamos en pedir la ayuda de nuestro grupo y se volcaron al 200%, compartimos la ilusión y entramos en una dinámica de “Tú te ilusionas, yo más”. Las que sabían diseñar, diseñaron chapas para recaudar fondos y logotipos con proclamas para la ocasión, otras buscaron como personalizar bolsas con los diseños que hacían otras, otras se ofrecían al montaje de las chapas, otros que si buscaban la comida para montar la velada solidaria, otra busca empresas de autobús, otra contacta con otros grupos locales en Andalucía o dónde sea y así poco a poco fuimos construyendo. 

El camino empieza en el primer paso. Cuando miramos el proyecto del autobús que cruza la península, una velada/fiestecica solidaria en un local con comida, bebida y merchandising creado para la ocasión. Ponerse en La otra punta del país durante 4-5 días. Parece una tarea ingente que sólo los más especialistas pueden llevar a cabo. Pero todos los caminos comienzan con un paso, y después otro y después otro. Pensar en el final de la ruta sólo nos hace ver lo lejos que estamos de ella,  pero dando un paso tras otro, como la tortuga manumita, llegamos lejos. Y ese fue el enfoque que le dimos, el camino se hace al andar… pues Ale!

Una buena red de personas que nos rodean. Además de nuestro grupo local, tenemos la suerte de tener cerca a buenos amigos y amigas de diferentes colectivos. Esto nos ayuda a que cada cosa que hacemos nos es un poco más fácil y en poco tiempo podamos convocar a personas afines que nos ayudan a alcanzar nuestras metas. Nunca nadie hace nada importante sólo, igual es para un colectivo, necesitamos de más personas que nos ayuden y sí, nos ayudan. Los cuidados y el cariño no sólo son hacia dentro del grupo, también son hacia fuera. Esto es fruto del trabajo de muchos años, veteranas del grupo que conocen aquí y allá, presentan a los más más nuevos, un tejido local muy importante para que las cosas funcionen. Como la vida misma.

El apoyo de la organización del campamento. Otro acierto para darnos vida fue el grupo que creamos con otras personas que estaban organizando otros transportes en distintos lugares de España, compartiendo problemas y soluciones, ayudándonos los unos a los otros aunque sólo fuese compartiendo la ilusión del campamento. La ilusión es potente generador de energía, es lo que mantiene la tensión y nos hace más resistentes a los inconvenientes que van surgiendo.

Y lo conseguimos. A falta de 15 días de llegar al campamento teníamos el autobús, la ruta (íbamos a cruzar media España recogiendo voluntas de todas partes), la velada/fiesta solidaria ya cerrada y  preparada, habíamos montado mogollón de chapas, las bolsas serigrafías en tiempo récord… todo listo :D

A pesar de que finalmente el campamento no se pudo dar debido a lo que todas sabemos. Lejos de frustrarnos por esta maldita pandemia, todo este recorrido nos demostró que somos más poderosas de los que pensábamos, ya sabíamos que le echábamos muchas ganas, pero chasqueamos los dedos y teníamos un autobús, otro golpe de dedos y una fiesta, ¡Chás! Y nos vamos pa’Galicia.

Hay muchos detalles de esta historia que nos vamos a saltar, en grandes pinceladas esto es un resumen de lo que ha pasado en Málaga y así lo hemos vivido. Lo tenemos todo listo, sabemos que podemos hacer casi cualquier cosa si estamos juntas y seguimos cuidándonos entre nosotras.

 

La fuerza reside en la manada y juntas somos poderosas como la marea.

 

Mamen y Mariano, voluntas de Greenpeace en Málaga