A lo largo de mi vida he estudiado, trabajado, leído, viajado, jugado al baloncesto en silla de ruedas, buceado, esquiado… pero nunca me había colgado, supongo que nunca había encontrado una buena razón para ello.

Hace apenas unos meses me hice volunta de Greenpeace y, probablemente, esta haya sido una de las mejores decisiones de mi vida. Aquí me han acogido, me han formado, me han cuidado y, sobre todo, me han dado la seguridad y la confianza para formar parte de una acción directa no violenta como la del pasado 21 de junio, en el Lab de Repsol y dentro del movimiento Rebelión por el Clima, con el objetivo de denunciar la responsabilidad de esta empresa en la emergencia climática y exigir el fin de sus actividades basadas en los combustibles fósiles para 2040.

Mujer y activista con discapacidad

No soy una persona especialmente atrevida, pero durante la preparación y el desarrollo de la acción me fui empoderando como activista y también como mujer con discapacidad, me sentía orgullosa de poder visibilizar nuestras muchas capacidades y que ese día más de una o dos personas cambiaran su concepción de lo que supone tener una discapacidad. Sin embargo, posiblemente no me hubiera atrevido a hacerla sin la formación previa que he ido adquiriendo desde que entré en Greenpeace. Aunque todavía no he hecho el CBA (Curso Básico de Acciones), la formación que obtuve en el Curso de Activismo desde una Perspectiva Ecofeminista ha sido, sin duda, clave para que haya sido una experiencia tan increíble. Una buena organización y el compromiso de la gente es fundamental para que una acción tenga éxito, pero también lo es tener presente la importancia de los cuidados, la gestión del miedo y, sobre todo, poner la vida y el bienestar de las personas en el centro.

Durante la acción, yo me sentí segura, me sentí cuidada y si a eso le sumamos el increíble grupo de afinidad del que formé parte, tenemos una de las mejores experiencias de mi vida. Nacho, Miguel, Pablo, Cora, Mariano, Tom, Marta, Alejandra, Dani y yo confiábamos plenamente las unas en las otras, nos cuidamos y nos ayudamos a la hora de tomar decisiones, esto fue algo vital para mí. 

Lo peor de la acción, cuando me bajaron del trípode y me apartaron para identificarme. A partir de ahí no pude ver lo que estaba pasando con mis compañeras, a las que finalmente detuvieron junto al resto de compas que estaban en los demás trípodes y en el techo. Detuvieron a 30 compañeras en total, excepto a mí, según la policía no lo hacían por mi situación. Lo que resulta gracioso, ahora que lo pienso, parece que las personas con discapacidad somos discriminadas incluso a la hora de cometer un supuesto delito, aunque supongo que la multa me llegará a casa.

No me gustaría terminar sin dar las gracias a Gonzalo y a Dani que idearon un sistema perfecto, según los bomberos, para que yo me sintiera cómoda y segura en las alturas (son los mejores), a Miguel por todos los sabios consejos, a Pedro por animarme a hacerlo y, por supuesto a Nacho, Irene y las demás compañeras de otras organizaciones, que forman parte del movimiento Rebelión por el Clima, por la increíble organización y cuidado de las activistas y, sobre todo, por compartir movimientos y normalizar la presencia de las personas con discapacidad en cualquier contexto, incluso en el del activismo, permitiéndonos ir más allá de la defensa de nuestros propios derechos.

Mujer y activista con discapacidad

Y ya sí, para finalizar y después de todo lo contado, he de decir que yo en realidad sólo iba a pintar pancartas y al final terminé colgada por el clima.